Un caso como otro cualquiera: Ana y Juan decidieron separarse, el motivo no importa aunque mutuamente se culpan de “haber roto la familia”. Los padres de Ana, que veían en Juan un hombre perfecto, ahora literalmente le odian; y los padres de Juan, que veían en Ana una estupenda madre para sus nietos, ahora les parece la peor madre del mundo. Si, Ana y Juan tuvieron un bebe que ahora tiene cinco años. Se trata de un caso claro de necesidad de mediación familiar, ya que la separación no se puede decir que fuera de lo más apacible, del amor inmenso se paso al odio más profundo. Juan se fue a vivir con sus padres y Ana de momento se ha quedado a vivir en el piso familiar con el pequeño. Juan no les pasa nada de dinero para su manutención pues alega que ya tiene bastante con pagar la hipoteca del piso familiar donde se han quedado y Ana, que no trabaja, ha tenido que pedir dinero a sus padres para hacer frente a los pagos de comida, colegio del niño, etc. Ana no deja que Juan vea a su hijo.
Ana y Juan no son un caso aislado sino lo “normal” en las separaciones de pareja. En realidad ni Ana ni Juan saben el calvario que les espera. Los dos están confiados en que el tema se acabará pronto y los dos confían en que saldrán “ganando”, pues así se lo han hecho saber sus respectivos abogados. Pero créanme que la cosa va para largo. Primero se tendrán que ver las caras en un juzgado donde un tercero, que no les conoce de nada, un juez, decidirá por ellos y dictará unas medidas provisionales con las que ninguno estará de acuerdo, y sentirán que han “perdido” Entonces comenzará la lucha. Con acusaciones, intentarán recabar todas las pruebas posibles contra el otro, contratarán a peritos psicólogos para que dictaminen que su hijo está mejor con él que con la otra parte. Con suerte, dentro de unos 12 meses vendrá el juicio definitivo con el que se tendrán que volver a ver las caras para acusarse mutuamente en público, donde se dirán lo que nunca habrían dicho del otro cuando aún estaban enamorados. Tampoco saldrán satisfechos con la sentencia, pues los dos se verán obligados a ceder en lo que no querían.
Pero aquí no acaba la cosa, las medidas impuestas por el juez y con las que ninguno está de acuerdo empezaran a incumplirse, y seguidamente vendrán más y más denuncias, por cualquier cosa, por cualquier motivo. Con suerte, entrarán en la estadística normal y solamente estarán peleando en juzgados unos tres o cuatro años, si no, que le echen paciencia pues hay casos que duran hasta siete años.
Personalmente no me gusta enfrentarme con nadie, menos aún si alguna vez ha sido un ser querido, no me gusta airear mis problemas en público y menos en una sala de juzgado, no me gusta que decida por mí un tercero, sea juez, árbitro, etc. Porque no creo que realmente le importe mucho yo ni mi situación. Soy de los que piensa que soy una persona madura y puedo hacerme cargo de mis problemas. Por ello me gusta la mediación familiar.
La mediación familiar, más que una promesa
La mediación surge a mediados de los años 70 en EEUU como un sistema innovador para la resolución pacífica de conflictos en cualquier ámbito. Los buenos resultados que proporciona son tales que rápidamente se extiende por todo el mundo, incluso en algunos estados se impone de forma obligatoria antes de ir a juicio. En España, a pesar de que aún es la gran desconocida, se está extendiendo a pasos agigantados y hoy en día es posible encontrarse con: mediación familiar, laboral, empresarial, escolar, comunitaria, penal, etc. A priori, se puede mediar para resolver cualquier problema en cualquier ámbito, solamente hay una excepción a tener muy en cuenta: cuando existe algún tipo de violencia (física o psicológica) entre las partes.
Pero ¿qué es la mediación? Bien, es un procedimiento reconocido como tal, con efectos jurídicos y mediante el cual una persona imparcial y neutral, el mediador, va a ayudar con ciertas técnicas, especialmente de negociación y comunicación, a que las partes en conflicto se comuniquen, se entiendan y lleguen a un acuerdo satisfactorio para ambas partes, cuando por si solas no lo han conseguido por muchas ocasiones que lo hayan intentado. No, no es magia, es técnica.
Espere, lo bueno no acaba aquí. La mediación tiene determinadas características, aunque más bien habría que llamarles valores, que hacen que este procedimiento sea especial:
- Primeramente hay que destacar que es totalmente voluntario, en cualquiera de sus fases. Por ello no debe temer iniciarlo, pues en cualquier momento se puede retirar de él si por cualquier causa decide no seguir con la mediación, no agotando su derecho ni sus plazos para ir posteriormente a los tribunales de justicia si así lo prefiere.
- Segundo, es totalmente confidencial. Lo que allí se habla, allí se queda. Nada de lo que usted diga, haga, o aporte (documentación) puede ser luego utilizado contra usted en un juicio. Ni el mediador, ni cualquier otro profesional que intervenga en la mediación pueden ser llamados como testigos a declarar posteriormente.
- Tercero, es un procedimiento totalmente flexible: Permite que usted hable de lo que quiera y cuando quiera. Se puede desarrollar en sesiones conjuntas o individuales, si usted no está preparado para verse cara a cara con la otra parte, puede traer a ella a su asesor o a un experto en determinada materia, incluso permite probar los acuerdos antes de firmarlos. ¿Qué más se puede pedir?
La promesa de la mediación familiar está a su alcance. Soluciónelo YA, medie.
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